Prólogo

Querido Juan:

 

Ya te he comentado que el libro que me prestaras me gustó y que lo estoy leyendo (por no decir devorando, aunque tal vez sea un poco exagerado) pero te anticipo que me jugó una mala pasada. Creo que, gracias a su lectura, empecé un viaje y no se cuando es (ni si existe) el retorno ¡Y solo con leer apenas un tercio del libro! Lo que si tengo certeza es que es un viaje curativo, o al menos es lo que pretende su lado más chamánico.

Ya te haré llegar noticias de mi viaje, como postal, foto o carta, pero no creo que te pueda dar indicaciones precisas de mi paradero. Tú tendrás que dibujar tus propios mapas y rutas, pero hazlo (esto es un pedido personal) con un poco de glamour retro: trata de dibujarlos con pluma y tinta y con colores acuarelables en tonos pasteles. Si el papel es blanco y no encontraste ese papel ecológico y rústico que tanto me gusta, haz una taza de té bien cargado, pero sin leche y sin azúcar; vuélcala sobre la cartulina y luego dibuja donde encontrarme. Haz rutas e inventa nombre de ciudades y todos los parajes que encuentres en tu imaginación. En esto no hay reglas, o tal vez solo una: onirizar la realidad y a la vez realizar lo onírico. Una pizca de cada frasco para cada frasco.

Como últimas líneas, te confieso que me alegra saber que mis cartas y escritos tienen destinatario; espero no aburrirte pero no prometo nada, este es mi viaje.

 
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